La pobreza, la miseria, el
sacrificio, el crimen, el perdón, el largo y complejo trayecto del mal al bien,
el rescate de lo que de humano tiene el hombre, todo esto es Los miserables.
Esta película no es una
adaptación de la obra de Victor Hugo, sino del musical creado por Alain Boublil
y Claude Michel Schönberg, estrenado en París en 1980, y en Londres en 1985,
donde a día de hoy continúa representándose.
La reconstrucción de la época es
más que verosímil. El diseño de producción y la dirección artística rayan la
perfección, y en la misma línea el vestuario, el maquillaje o la fotografía. El
filme se sitúa entre el final de la época napoleónica y la rebelión de 1830, un
momento de la historia en que se sufre una importante transformación; un
momento de la historia de Francia y de Europa marcado por el intento de
destrucción de la herencia de la Revolución Francesa (1789), un momento de la
historia marcado por la Restauración Monárquica. La revolución de 1830 supone
una grave fisura en el muro contrarrevolucionario que se levantó en Europa tras
el Congreso de Viena (1815).
El conductor de la historia Jean
Valjean, proviniendo de la oscuridad moral, realiza un extraordinario y heroico
viaje hacia la libertad y la plenitud. Es su fortaleza y determinación la que
le lleva a sobreponerse siempre al miedo y a la persecución. Por ello, este
personaje irá creciendo moralmente conforme va transcurriendo el metraje.
En el aspecto visual es una película
valiente y estimulante, con un amplísimo catálogo de movimientos de cámara. Se
le ha criticado el uso abusivo de primeros planos; estoy en total desacuerdo.
El arrojo mostrado por Tom Hooper en este aspecto es uno de los mayores
aciertos de la película porque, sencillamente, favorece la emoción. Fortalece a
Los miserables el hecho de que los
actores cantaran en vivo durante el rodaje; reafirma la honestidad de los
intérpretes. Tom Hooper muestra además una gran destreza para mantener el ritmo.
La película me resulta muy
física. Me explico: Valjean, a pesar de poseer un físico poderoso, consigue
transmitir físicamente la pesada carga que lleva sobre sí; por el contrario,
Javert es la impresión puramente física del poder. El enfermizo antagonismo que
siente hacia Valjean recuerda aquel contado por Joseph Conrad, en Los duelistas, novela llevada al cine
con gran acierto por Ridley Scott en 1977. Valjean y Javert, Javert y Valjean,
dos terribles fuerzas, dos voluntades con el carácter del acero, dos aspectos
enfrentados de la moralidad que terminará por conducir a uno de ellos al suicidio,
pero siendo ambos víctima de un aciago
demiurgo.
Hugh Jackman (Jean Valjean) y Anne Hathaway (Fantine) están soberbios, inmensos;
magníficos Russell Crowe (Javert), Amanda
Seyfried (Cosette) y Eddie Redmayne (Marius); Samanta Barks (Eponine) impresiona; estupendos Helena
Bonham-Carter y Sacha Baron Cohen (los Thénardier),
poniendo el contrapunto cómico. Así como al principio de la película Javert
obliga a Jean Valjean a llevar sobre sus hombros un pesado mástil con la
bandera de Francia, toda la película la carga Tom Hooper sobre la espalda de
Hugh Jackman, que la lleva con habilidad, brillantez y emoción.
Película de gran intensidad en la que tenemos tragedia, drama, romance y
épica; para mí es, sin duda, la película más impactante, sobrecogedora y
emocionante del año.
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