Película muy sólida y muy
recomendable. Producida por el propio Affleck –especialista además en Asuntos
de Oriente Medio- y George Clooney, Argo
es la tercera película –tras Gone baby
gone (2007) y The Town (2010)- del
director, que aquí demuestra tener un buen pulso narrativo. Aunque como actor
no suele ser santo de mi devoción he de reconocer que en esta película si me ha
gustado, realiza una interpretación muy contenida, sobria y veraz, dando la
impresión de que su personaje, un agente de la CIA, roza la irreprochabilidad moral.
Argo, aunque sea difícil de creer, está basada en hechos reales, en
unos extravagantes hechos reales. Nos narra Affleck, con solvencia, fluidez y simplicidad
clásicas, la toma de la embajada americana en Teherán en 1979 y la huida de
seis de sus miembros, que consiguen esconderse en casa del embajador de Canadá.
La historia fue desclasificada en 1997 bajo el mandato de Clinton.
El director demuestra una gran
habilidad para no dejar decaer la tensión durante todo el metraje, lo que
supone un gran mérito puesto que el filme comienza con aires de documental y con
el asalto a la embajada, mostrando fundamentalmente como lo viven desde dentro.
Affleck realiza un minucioso trabajo de planificación; lleva a cabo una
magnífica recreación de aquéllos hechos –perfecto el diseño de producción de
Sharon Seymour- y se muestra crítico tanto con la política americana, como con
el presidente Carter, que dio asilo al Sha Reza Pahlevi tras su huida de Irán.
Es decir, Argo se aleja mucho del
típico cine pirotécnico y panfletario americano.
John Goodman y Alan Arkin
realizan brillantes interpretaciones, siendo toda esa parte de la trama además
una ácida crítica a Hollywood en la que, contundentemente, nos enseña, y se divierte con ello, la
gran capacidad de manipulación de la industria. Es particularmente reseñable la
naturalidad y brillantez con la que va pasando, en varias ocasiones, de Teherán
a Hollywood y de Hollywood a Teherán, sin perder jamás el ritmo, sin que haya
tropiezos entre el drama y la comedia. Y en ambos mundos, dice Affleck, en el
del drama y el de la comedia, en el de la política y el de la producción
cinematográfica, la mentira y la farsa son la norma.
La parte final de la película, la
hitchcockiana huida recuerda bastante a Cortina
rasgada (1966); cómo el suspense va creciendo, mediante un hábil y
milimetrado montaje de William Goldenberg: es el abc del cine.
Con un magnífico guión de Chris Terrio, la excelente fotografía de
Rodrigo Prieto y el perfecto acompañamiento que supone la música de Alexandre
Desplat, Argo tiene todos los
ingredientes para ser lo que es, una apasionante, profundamente cínica y más
que notable película.
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