He decidido hoy perder un ratito de mi tiempo en leer un documento de 140 páginas que lleva por pomposo, rimbombante y redundante título el siguiente: “Mujeres y Hombres por la igualdad. Guía de Sensibilización y Formación en Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres”. Simple, como bien se ve. Quiero hacer notar algo que ya he observado en otros documentos de este jaez: si se copia y se pega en un archivo de Word y se le quitan dibujos y espacios y se le asigna un tipo de letra y tamaño normal, por ejemplo “Times New Roman”, 12 pt, esta monumental obra de 140 páginas queda por debajo de 30, y como digo se puede leer, si uno es un poco estreñido, en una entrada al retrete, que además el documento aligerará.
La autoría de semejante atentado editorial corresponde a Fundación Mujeres, y entre paréntesis apuntan los nombres de las tres mujeres que han rellenado el papel con pocas letras y muchos espacios, y la edición corre a cargo del Instituto de la Mujer. Efectivamente la igualdad refulge desde el comienzo.
El límite de la imbecilidad es desconocido en esta Guía; por ejemplo, en la página 9, dice: “Haz una encuesta. Pregunta a algunas personas, hombres y mujeres, qué es más importante: ¿tener un empleo y un sueldo o atender a las personas mayores y a las criaturas?”. Cualquier persona adulta y normal sabe que como decía Ana Botella a propósito de otro asunto esto es mezclar las manzanas con las peras. Y cuando se dice “criaturas” ¿se refieren, quizá, a las mascotas domésticas?
La página 23 inaugura un prometedor apartado que lleva por título “Comunicación humana y cultura” y que comienza así: “¿Te has preguntado alguna vez qué sería de nosotras y nosotros si no pudiéramos comunicarnos?”. He de reconocer que yo, últimamente, sí. Y es un utópico pensamiento que, como a Su Majestad, me llena de alegría y satisfacción. Porque así me habría evitado el sonrojo intelectual que me produce el comienzo de la página 25: “¿Crees que existen diferencias entre ser un ‘golfo’ o ser una ‘golfa’?”. Y la afirmación de que el lenguaje es la herramienta mediante la que se transmite el sexismo es la palmaria demostración de la absoluta ausencia de límite que aquí tiene la imbecilidad.
Página 32: propuestas para eliminar el sexismo en el lenguaje, que, como sabemos, invisibiliza a las mujeres. Eliminemos “ciudadanos” y términos similares como genéricos, digamos “la abogada”, y porque no, “la directora generala”, utilicemos formas impersonales, cambiemos frases y tiempos verbales. ¡Caguémonos en el lenguaje! Y puestos a cagar la página 42 afirma que “el 38’2% de las abuelas cuida de las criaturas a la salida del colegio”.
En las siguientes páginas hacen consideraciones de diversa índole sobre el concepto estadístico de “población activa”, sobre la falta de valoración del trabajo doméstico y la invisibilización, otra vez, de las mujeres, para llegar a la siguiente desafortunada y estúpida pregunta: “¿Qué pasaría si se tuviese que pagar todas las actividades que realiza un ‘ama de casa’?”. Evitaré dar la respuesta que todos tenemos en mente.
Hay pasajes que son inflamadamente masturbatorios; en el sentido, de que como en una buena paja, uno piensa lo que mejor le parece para obtener el fin perseguido. A guisa de ejemplo, las afirmaciones sobre la igualdad de oportunidades y la paridad (de sexos) en las empresas; algunas son buenísimas: asegura el buen clima laboral, permite compatibilizar lo laboral y lo familiar, motiva a la plantilla, atrae a hombres y mujeres con alta cualificación, satisface mejor a sus clientes, etc., etc. ... En este caso el fin perseguido es el siguiente: “En conclusión, se puede decir que una empresa que tiene en cuenta la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres es una empresa eficaz y productiva que puede competir con ventajas en el mercado”. Lo dicho, una buena paja.
Esta “Igualdad” no pasa de ser una mala caricatura de la igualdad. Afirmar que alguien debe ocupar un lugar no por méritos propios sino por lo que su ropa interior cubre es una de las mayores imbecilidades alentadas por el espíritu humano. Afirmar como hacen desde esas posiciones que la “discriminación positiva”, es decir, la desigualdad, fomenta la igualdad no deja de ser una bienintencionada, supongo, aberración intelectual. Se podría hablar de “revanchismo de género” y seguro que esto nos acercaría a la realidad. Entiendo todos estos feminismos, siempre pegados a la izquierda política, como algo contrarrevolucionario. Tienen además algo de paranoico, en esta perpetua victimización de la mujer: con el lenguaje, con la publicidad, con el arte, con las emociones, y también con el fregado, la plancha, …, todo es, para los feminismos, masculino y, por tanto, violentador; esta permanente equiparación del hombre y el verdugo constituye una auténtica patología de género.
Por desgracia, tal y como están las cosas, hay que decir que criticar todas estas memeces no significa defender las desigualdades ni la violencia: queda dicho. Pero, lo cierto, es que ese dinero que se tira por el sumidero de la ideología bien se podría aprovechar realmente para proteger a mujeres amenazadas y perseguir a los amenazadores; se podrían realizar, de verdad, inspecciones a entidades que pagan menos a las mujeres por el hecho de ser mujer. En fin, que se podrían hacer algunas pequeñas cosas, de verdad, en vez de tanta gilipollez. Daos una vuelta por la sección “Publicaciones” de la web del Instituto de la Mujer y comprobaréis lo que os digo.
Como aquí todo se hace a golpe de talón con dinero público el Instituto ha destinado 106 mil euros a la edición de un puñado de obras parroquiales, seguro que todas “imprescindibles”, sobre “cuestiones de mujeres”, amén de otras medidas similares “para fomentar” la cosa. Supongo que todo esto que afirmo es suficiente para ganarme los adjetivos “machista”, “retrógrado” y “reaccionario” por parte de las huestes de la Igualdad: me importa un cojón; el otro lo tengo reservado para cuestiones verdaderamente importantes.