Los que hayáis tenido la santa e infinita paciencia de leer algunas de mis notas -os recomiendo todas; son elegantes, incorrectas e inteligentes- os habréis enterado de que he sido, desde muy joven, ávido lector de filósofos clásicos, amén de otras mil cosas perversas y viciadas. Tengo un hermano que, ya desde muy jóvenes, me decía que tanto libro me dañaría la cabeza. Y, en ciertos, bastantes, aspectos, ha tenido razón. Algunas de mis ideas, inflamadas, se han convertido en chichones. Si viviéramos en una biblioteca me iría mejor, pero no es así; y, bueno, tampoco está mal. A lo mejor, por eso veo las cosas de otra manera.
“Moby Dick” comenzaba con “llamadme Ismael”. Todos, más o menos, recordaréis el contenido de la novela: la lucha de ZP contra los mercados con Pe Punto por testigo. ¡Ah, no!, la de Ahab contra la ballena blanca, con Ismael para certificar la defunción de su jefe. Casualidades político-novelescas.