10 febrero 2012

La dama de hierro (“The iron lady”). Phyllida Lloyd, 2011.

Digámoslo claramente: “La dama de hierro” es una película completamente inconsistente, carente de rigor, de profundidad y de convicción. Una vez salvada Meryl Streep, como casi siempre, podemos colocar esta película directamente en la Papelera de Reciclaje. La directora Phyllida Lloyd no logra acertar con el ritmo, pero tampoco, a mi juicio, con lo que cuenta, y cómo lo cuenta. Todo me parece erróneo en el enfoque de la película. Hay una insistencia demagógica y resentida en el empeño de la Thatcher por destacar en un mundo fundamentalmente masculino, y por imponer su autoridad en él, obviando o pasando de puntillas por hechos fundamentales de la época. El uso del Alzheimer como hilo narrativo tampoco ayuda a conectar con la película. El reiterativo uso de flashbacks, que en ocasiones parecen brutalmente grapados en el desarrollo de la narración, hace difícil permanecer dentro del relato.


09 febrero 2012

The Artist. Michel Hazanavicius, 2011.

Tengo que decir desde el comienzo que hay que tenerlos muy bien puestos para en pleno siglo XXI realizar una película muda. Una vez reconocida la valentía de tan loable empresa he de decir que la película no termina de resultar.

Para empezar cuesta bastante trabajo meterse en ella; el ritmo durante la primera media hora es bastante irregular y lo que se cuenta se hace estirando el guión hasta el aburrimiento; hay, sí, un núcleo central en la película que es interesante, bien contado y rodado; pero, nuevamente, la última parte de “The artist” se va de las manos del director, para acabar con un final tan poco sorprendente como bobalicón.


03 febrero 2012

Nader y Simin. Una separación (“Jodaeiye Nader az Simin”). Asghar Farhadi, 2011.

Una película inteligente; deudora de Hitchcock. Utiliza al menos dos elementos fundamentales del maestro británico: el McGuffin (en este caso el robo) así como una pequeña trampa para completar la narración (el atropello).

Elementos que engarzan toda la película son el amor y el deber. Al principio del filme se produce, ante el juez, este diálogo:

            Simin: “¿Qué más da lo que hagas por tu padre? El ya no te reconoce.”
            Nader: “Si, el no sabe que yo soy su hijo. Pero yo si sé quién es mi padre”.


02 febrero 2012

Los descendientes (“The Descendants”). Alexander Payne, 2011.

Lo primero que destacaría de “Los descendientes” es su huida permanente de la sensiblería. Es una película con alma, con emociones, pero realizada desde un realismo contenido, que nos abraza desde la falta de ejemplaridad de sus personajes. A un ritmo pausado, pero constante, nos muestra cómo a partir de cierto momento y por una circunstancia concreta nos podemos ver en la situación de tener que reconsiderar nuestra vida. Se nos narra la perplejidad y la catarsis de su personaje principal; su brutal choque con una realidad a la que era completamente ajeno.


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